viernes, 21 de junio de 2013

El positivismo cientificista y su influencia en la educación Latinoamericana

El positivismo del S. XIX alcanzó llega a su cumbre con las ideas de Augusto Comte (1760-1857) quien creía que la justicia y equilibrio de la estructura social se podía alcanzar mediante el desarrollo de conocimientos clarificados con el método científico. En la ideología positivista se concebía el progreso como el dominio de la naturaleza, la capacidad humana como algo ilimitado, y la razón como el único medio para alcanzar bienestar y felicidad.

Comte (citado por Astigueta, s.f., en la Confederación Académica, Nipona, Española y Latinoamericana, p.10), dividió los saberes en seis ciencias: “las matemáticas, la astronomía, la química, la biología, la sociología y la psicología”; la última era parte de la biología. Estas ciencias eran el resultado del desarrollo de las explicaciones que los seres humanos habían dado a lo largo de la historia a su existencia en tres estadios diferentes:
El teológico
El metafísico
El científico
Explicaciones teológicas, deidades y fantasías
Elaboración racional que recurre a entidades conceptuales que se suponen presentes en la naturaleza
Explicaciones empíricas, experimentales y por la constatación de hechos que sirven para construir leyes sobre el funcionamiento de la naturaleza. Método inductivo de investigación: la fuente del conocimiento está en el mundo físico.
Uno de los cambios interesantes en la visión del mundo, fue la posibilidad de analizar al ser humano y su convivencia social de la misma manera que se analizaba a la naturaleza; la sociedad pasó a ser el objeto de estudio pasando de una visión teocéntrica a una antropocéntrica.
Según la Confederación Académica, Nipona, Española y Latinoamericana (Astigueta, s.f.) Herbert Spencer (1820-1903) tuvo una gran influencia en el positivismo latinoamericano. Gracias a él se pasó de las ciencias madres a las especializaciones o ciencias particulares. Los países también debían ser organizados en estructuras más delimitadas; según las leyes de la evolución, era necesario que los países se integraran y se diferenciaran para así garantizar el orden y la libertad; bajo estos supuestos se implantaron diversas tiranías. Por ejemplo, en México, Justo Sierra (1848-1912) impulsó el movimiento de los científicos que sostenían la dictadura de Porfirio Díaz.
Dentro de los representantes positivistas de Latinoamérica se menciona a Gabino Barreda (1818-1881), quien impulsó reformas educativas importantes en México, mientras que  Sarmiento las impulsaba en Argentina, Rafael Nuñez (1823-1894) en Colombia y Pedro Varela (1845-1879) en Uruguay. (Astigueta, s.f.)
En el auge de las ciencias se habló de “darwinismo social”, es decir, la aplicación de los conceptos de la evolución natural de Darwin a las interacciones sociales del ser humano y, en función del progreso, se desarrolló el liberalismo radical en las escuelas, la separación de la educación y las ciencias de la iglesia.
El progreso, la competitividad y la industrialización fueron concebidas como el modelo de una sociedad perfecta; Estados Unidos y Europa se constituyeron en modelos a seguir para pasar de la “barbarie” a la “civilización”. Si bien, al hablar de barbarie se hacía referencia a la herencia indígena; también hubo pensadores como José María Luis Mora (citado por Chamorro, 2004, p.332) que hablaron de una barbarie española de esclavitud y de la necesidad de hacer una revolución de mentalidades y olvidar los orígenes serviles de los mestizos. De hecho, el positivismo fue la plataforma de superación de la anarquía, las guerras y el desorden que habían quedado después de la independencia en una época de oscurantismo y luchas de poder.
 Esta visión cientificista del ser humano—en  la que se tomó a sí mismo como objeto de estudio y se analizó fuera de su contexto— afectó, sin embargo, la visión educativa, gestando la idea de estudiante industrializado, y desnaturalizado y valorado por su capacidad productiva. Chamorro (2004, p.337), lo expresa con las siguientes palabras “existen al interior de la sociedad humana, la noción de alta cultura, media cultura y baja cultura”.  De hecho, la educación positivista discriminó desde sus inicios al indígena, considerando al "blanco" europeo como superior y punto de referencia.
 En otras palabras, nuestra educación latinoamericana siempre ha estado impregnada de una marcada diferenciación de clases, y los sistemas educativos se han desarrollado en función de las luchas de poder y las estructuras sociales que nos separan. Han sido muchos los esfuerzos posteriores, de reestructuración curricular, que se han tenido que hacer para lograr ambientes educativos inclusivos, heterogéneos y tolerantes. Aun hoy, nuestros niños van a las aulas separados en colegios públicos y privados y gozan de mayores privilegios y oportunidades los que más recursos tienen.
 A pesar de las críticas de Chamorro, bien fundamentadas y necesarias para evaluar nuestros procesos educativos con respecto a la reproducción de una educación sesgada por las luchas de poder,  herencia de  la barbarie de los colonos españoles; también se rescata el mérito de todo el esfuerzo de los positivistas por transformar nuestra realidad y generar oportunidades y acceso educativo para todos, en respuesta a un contexto de caos y luchas militares.
Gracias a estos esfuerzos, se abrieron escuelas en gran parte de Latinoamérica, se crearon y desarrollaron las escuelas normales, se contrataron maestros capacitados y, cuando no, se procuró su capacitación. Venezuela, México, Argentina, Colombia, Chile, entre otros, lucharon por desarrollar una educación laica, gratuita, obligatoria y para ambos sexos; libre de controles que privilegiaran el aprendizaje de ciertas clases socioeconómicas en detrimento de las otras.

Bibliografía
Chamorro, G. (2004). Reflexiones sobre el Positivismo en América Latina (México-Argentina S.XIX). Pork.An. Colombia. Universidad de Cauca.  Recuperado el 18 de junio de 2013 de https://mail-attachment.googleusercontent.com/attachment/u/0/?ui=2&ik=de53dca58e&view=att&th=13f64acce32f1515&attid=0.1&disp=inline&realattid=f_hi6siz7q0&safe=1&zw&saduie=AG9B_P97f3umg8SRppPe6RoDKYIr&sadet=1371853797535&sads=KlfZYYLOWeLXsqhsSmWR__6DNss

Astigueta, B. (s.f.) El espiritualismo latinoamericano y su perfil profético frente a la globalización. España: Confederación Académica, Nipona, Española y Latinoamericana. Recuperado de http://www.canela.org.es/cuadernoscanela/canelapdf/cc17astigueta.pdf

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